Los mediadores no somos intermediarios, somos nada y lo somos todo: el buen mediador es el que pasa desapercibido y da el protagonismo a las partes en conflicto. Somos imparciales, porque no queremos que gane una u otra parte, queremos que lleguen a un acuerdo en el que ganen todos; somos neutrales, porque no imponemos la solución que más nos gusta, son ellos los que deciden. Tenemos buena fe, y la exigimos a las personas y empresas que vienen a mediación, evidentemente, si hay corrupción, no puede haber buena fe. Y por último, llegamos a soluciones a través del diálogo desde la Cultura de la Paz.
Uno de los instrumentos que usamos los mediadores es la reformulación, buscamos traducir a positivo lo que las partes se dicen y que les lleva a agravar cada vez más el conflicto. Si algo de positivo tiene este caso es que se haya pensado en este nombre para la trama destapada por la policía, es porque la palabra "mediador" suena, y suena bien, tiene prestigio, y se lo llevamos dando las instituciones y personas que creemos en la mediación, que trabajamos a diario por ella: Asociaciones, Federaciones, Colegios corporativos, gobiernos nacionales y autonómicos. Y también las personas que han apostado por utilizarla para resolver sus problemas de todo tipo.
Parece que a los mediadores, nos empieza a tocar lidiar con nuestra bien adquirida buena fama. Pues la tenemos que aprovechar para seguir dando a conocer la mediación.