A veces ocurre que nos encontramos a alguien que presume de ser mediador, y que utiliza la palabra como una coletilla para todo, en una especie de monólogo del estilo "yo soy muy guay, porque soy mediador". En otros casos, los hay que al terminar el curso de mediación, añaden la palabra a su tarjeta de visita y a su placa profesional en el despacho: "abogado-mediador", "psicólogo-mediador" "criminólogo-mediador", por poner algunos ejemplos. Pero a la hora de la verdad, es todo apariencia, porque no basta con decirlo, hay que hacerlo. Hay que demostrarlo, trabajar duro, enfrentarse cada día al trabajo, encerrarse en un círculo con los clientes, como si de un torero se tratatase: "seis toros, seis" y salir airoso y con la cabeza en su sitio, día tras día. Para ser mediador no basta con la "pose". Y de hecho, nadie nos dijo que fuera a ser fácil.
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La mediación comunitaria es una disciplina y una experiencia que todos los mediadores y los usuarios deberían probar. Una de las cosas que más me gustan es el cambio que se produce en las personas desde que contactas con ellas por primera vez, hasta que la mediación termina. Normalmente contactas por teléfono, y cuando intentas explicarle lo que es, y que alguien quiere hablar con ellos sobre un problema común suelen contestar algo así como: "¿Y quién dice que és? ¿Y por qué me ha denunciado? Después les explicas, se calman y suelen venir a mediación. Luego, el día que les has citado a mediación, ya cuando les ves aparecer por la puerta sabes que algo ha cambiado y todavía no has empezado. Y finalmente cuando llegan a acuerdos y se van sonriendo, entonces entiendes que tú no has cambiado nada, te han cambiado ellos.
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Marzo 2023
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