
A veces ocurre que nos encontramos a alguien que presume de ser mediador, y que utiliza la palabra como una coletilla para todo, en una especie de monólogo del estilo "yo soy muy guay, porque soy mediador". En otros casos, los hay que al terminar el curso de mediación, añaden la palabra a su tarjeta de visita y a su placa profesional en el despacho: "abogado-mediador", "psicólogo-mediador" "criminólogo-mediador", por poner algunos ejemplos. Pero a la hora de la verdad, es todo apariencia, porque no basta con decirlo, hay que hacerlo. Hay que demostrarlo, trabajar duro, enfrentarse cada día al trabajo, encerrarse en un círculo con los clientes, como si de un torero se tratatase: "seis toros, seis" y salir airoso y con la cabeza en su sitio, día tras día. Para ser mediador no basta con la "pose". Y de hecho, nadie nos dijo que fuera a ser fácil.